miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Plebiscito o representación? Deliberación, deliberación, deliberación

Pablo González, Ph.D.
CEA y CSP, Ingeniería Industrial, Universidad de Chile,
y coordinador del informe nacional de Desarrollo del PNUD
Artículo publicado originalmente en America Economía

Un tema fundamental que ha instalado el movimiento estudiantil es la legitimidad de los actuales mecanismos de decisión social. Por ejemplo, si la mayor parte del país no acepta el lucro en educación, ¿por qué el lucro es legal en educación escolar y existe, aunque no es legal, en educación superior? Sin embargo, ¿debemos gobernar por lo que dicen las encuestas o la opinión de algunos actores sociales? ¿Es más legítimo un plebiscito que una votación en el Congreso? ¿Por qué se cuestiona la legitimidad de las decisiones de este último?

Vamos por parte. La mayor parte de la institucionalidad escolar es heredada de la reforma impulsada a comienzos de los ochenta. Desde el punto de vista democrático, no sería “legítima”. Sin embargo, fue "legitimada" a través de las instituciones de la democracia representativa y en el tiempo se han corregido y perfeccionado sus mecanismos: subvención preferencial y mecanismos de aseguramiento de la calidad en el sistema escolar; sistema de acreditación institucional y expansión del crédito en educación superior, por citar algunos.

No obstante, el movimiento estudiantil ha puesto en duda las reglas que rigen el proceso de confección de reglas. Los dedos apuntarían especialmente hacia el sistema binominal - que sobrerepresenta a la minoría más numerosa y excluye a todo el resto de las minorías - y a la falta de transparencia de la política - en particular, por las posibilidades de influir que ofrece a los poderosos y por los conflictos de interés no resueltos que afectarían a la clase política. Aparentemente sería esta falta de confianza en las instituciones, - que dicho sea de paso también avalan las encuestas, - la que lleva a proponer el plebiscito como mecanismo que aseguraría que las cosas se resuelvan con mayor "legitimidad" – más que un rechazo a la representación en sí.

Por espacio no me referiré a la crítica a la política (sobre la que existen propuestas de corrección) sino al tema del plebiscito. La clave de la democracia está en la deliberación: la posibilidad de escuchar a otros y ser oído por ellos, de convencer y ser convencido. No existe una realidad independiente del observador. Entre los que han debatido sobre el contrato social, Rousseau está relativamente sólo al sugerir que el ser humano debe aislarse del resto para escuchar en su soledad el verdadero "interés general". La mayoría piensa que ese interés general sólo puede aparecer a través de la deliberación, y la deliberación abierta sería el mejor mecanismo para neutralizar los grupos de interés que conocen de memoria los pasillos del poder. Ese fue el rol central del Senado en Atenas y sigue siéndolo en la mayoría de los países del mundo. Son los representantes electos por la ciudadanía los que tienen la misión de crear las reglas que nos rigen, a partir de haber escuchado las distintas opiniones, intereses y la evidencia científica.

Este modelo tiene dos fundamentos. Primero, la representación es eficiente porque delega en un grupo reducido de personas las tareas relativas a la creación de reglas, el cual se especializa en esta materia y deriva la legitimidad del voto ciudadano. Imagínese si estuviésemos todo el día dedicados a deliberar sobre todos los asuntos públicos ¿quien produciría, quien enseñaría, quien cuidaría a los niños y los enfermos? Segundo, el problema histórico de la deliberación es que debía confinarse a un grupo reunido en una sala. Con ello requería representación dos veces: no todos los ciudadanos caben en una sala, y no todos los que caben en la sala podrán hablar.

Junto a Juan Velásquez mostramos, en un artículo publicado en Information Society en 2010, que las nuevas tecnologías pueden ser utilizadas para vencer las limitaciones de tiempo y espacio permitiendo la deliberación de miles (y eventualmente millones) de personas y las técnicas de minería de datos pueden reproducir los patrones de aprendizaje del cerebro humano para extraer conclusiones de procesos de diálogo virtuales - además sin las limitaciones respecto a la cantidad de información que el cerebro humano puede procesar. Entonces, hoy en día, limitar la deliberación a representantes electos se justifica más por eficiencia que por imposibilidad técnica.

En este contexto, un plebiscito se justificaría sólo en un tema que nos preocupa a todos los que votan y sólo después de un exhaustivo proceso de deliberación informada. La clave no es que todos voten sobre una materia sino que todos los que votan hayan largamente deliberado sobre ella. Si se hubiese llamado a un plebiscito sobre la pena de muerte sin deliberación quizás Chile seguiría en la lista de los estados que asesinan a sus ciudadanos. Si todos los ciudadanos hubiésemos deliberado sopesando la evidencia científica sobre esta materia, los argumentos técnicos y morales, ¿la decisión de abolir la pena de muerte no hubiese sido mayoritaria? ¿La deliberación habría modificado lo que decían las encuestas? Ése fue el resultado que se obtuvo de la deliberación de nuestros representantes electos. ¿Cuál habría sido la ganancia de un proceso deliberativo más amplio? Legitimidad y probablemente mejores ciudadanos. El costo habría sido el tiempo dedicado a informarnos y debatir este tema. El tiempo es escaso, no podemos debatirlo todo. De hecho un papel clave de la prensa sería abrir espacios de deliberación respecto a los cuales las personas pueden seleccionar lo que más les interesa.

Lo que no es aceptable es que un grupo de interés o sus representantes se adjudiquen la representación de toda la ciudadanía e intenten forzar las decisiones políticas en su favor. La deliberación abierta fomenta que los grupos de interés que buscan su propio beneficio a expensas del resto gracias a la falta de transparencia sean neutralizados y las reglas y recursos sean guiadas por el interés general. Estos son algunos elementos que deben considerarse en la discusión actual, más allá del movimiento estudiantil, que ha abierto una gran oportunidad para reflexionar sobre nuestra educación y nuestra política. 

1 comentario:

  1. Estimado Sr. Gonzáles
    La exposición realizada sobre un tema que tanto debate ha generado en su nación y que es seguido como una noticia de interés internacional hasta pequeños países como el mío, es un medio valioso para intentar comprender un poco sobre la actualidad de Chile en este tema y las implicaciones políticas que pueden generase en naciones vecinas y, aún, en las no tanto.

    No obstante, me surge la inquietud cuando usted cuestiona " La clave no es que todos voten sobre una materia sino que todos los que votan hayan largamente deliberado sobre ella"; esta afirmación puede ser tomada como una crítica a la misma democracia representativa.

    La idea que las masas (no utilizado en sentido peyorativo), no se preocupan o no invierten el suficiente tiempo para la vida política no se debe encuadrar como una crítica para limitar su derecho soberano de decidir en última instancia (vía cualquier instrumento que la constitución de un país determine); cada elección es una realización política de las masas, las cuales según estudios y encuestas presentan poco interés por éstas y quizás menos información aún a su disposición.

    Tomando lo último en consideración y siguiendo la línea en comillas, se podrían considerar ambas como una declaración para no permitir a las mayorías ejercer su derecho al voto (no quieren saber, no saben o no pueden saber), por lo que el sistema democrático actual carecería de razón.

    La incapacidad de las masas para involucrase de pleno en la vida política es una realidad, pero al presentarla como una limitante para la realización de acciones directas por parte de éstas se desvirtúa en última instancia la vida democrática de una nación “si las masas no se informan, no se involucran no sabrán elegir a sus representantes”.
    Considero, además, que se puede plantear como supuesto de estudio, que la asimetría de información que se genera de un proceso de elección de representantes públicos, es más difícil de superar que la generada por una iniciativa para el cambio de alguna institución o política pública específica.

    Saludos cordiales.
    Denis Saavedra
    La Paz Centro-Nicaragua

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